El kirchnerismo lo destruyó todo

El análisis económico de la semana, de la mano de Manuel Adorni.

Nestor Kirchner y Cristina FernándezNA/archivo



El paso del kirchnerismo por la función pública ha sido devastador. Desde que Néstor Kirchner asumió la Presidencia de la Nación en el año 2003, los recursos y el orden se han dilapidado como pocas veces en la historia argentina.

El populismo al extremo ha llevado a la Argentina a un nivel de decadencia poco habitual. Muchas de las cuestiones de degradación pública ocurridas durante el recorrido kirchnerista son conocidas por todos: la destrucción de las cuentas públicas, el vaciamiento del sistema jubilatorio, el endeudamiento (a pesar del relato ya conocido), el deterioro de las reservas y el quebranto realizado en el Banco Central, la pulverización del sistema energético, la escalada asistencialista sin freno ni control, la corrupción en la obra pública, la estatización de empresas con déficit que hoy oscilan los 5.000 millones de dólares anuales y hasta el deterioro sin fin del nivel educativo como nunca antes se vio.

El kirchnerismo también ha destruido algunas cuestiones que fueron más imperceptibles o tal vez tardaron más en mostrar su nefasto resultado. Esta semana tuvimos un ejemplo de ello: la destrucción del sistema público de transporte se suma a la larga lista de víctimas del kirchnerismo.

El “paro” de colectivos mostró la peor cara de la Argentina: un sistema quebrado por el Estado inmerso en un esquema de subsidios perverso que hace algunas horas afectó a los trabajadores que pelean por no caerse de la clase media, a los enfermos que tenían que trasladarse en el Tren Sarmiento o en algún colectivo para llegar hasta el hospital en el que esperaban su turno desde hacía meses o aquellos que simplemente tenían como único medio a su alcance el transporte público que ese día decidió dejar de brindar el servicio y los abandonó por completo.

Hasta el año 2002 el sistema de transporte no requería para cubrir sus costos de ninguna ayuda compensatoria. A partir de allí el perverso esquema de subsidios lo arruinó todo, a pesar de que pasarían dos décadas hasta que las consecuencias se vieran plasmadas en un día de caos. Hoy el 88% del costo del transporte es aportado por el Estado en base a un cálculo atrasado –por la propia dinámica inflacionaria- y muy alejado de la realidad. Hoy el sistema en inviable y se encuentra en el fin de su ciclo. Todos sabemos ahora que este es una víctima más que se suma a las muchas que ha dejado en el camino el kirchnerismo.

La ilusión del populismo se termina cuando se acaban los recursos. Hoy la pobreza, la miseria, la descontrolada inflación y el desorden general que existe en la sociedad marcan el fin de una era que se recordará por su fracaso, su gran poder de destrucción y por consecuencias que aún no hemos llegado a conocer.

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