La endiablada inflación

El Gobierno no logra acertar con la receta para poner en caja los precios y tampoco puede consolidar credibilidad política.

Archivo - Martín Guzmán Foto: NA Marcelo Capece



BUENOS AIRES (NA/José Calero) — A pesar del congelamiento tarifario y del cepo cambiario, Martín Guzmán no pudo cumplir en julio con el objetivo de ubicar la inflación por debajo del 3%, lo cual refleja un problema económico y provoca un desafío político para el Gobierno en el año electoral.

El jefe del Palacio de Hacienda estaba contrariado con el dato obtenido por un INDEC que aún sigue reflejando independencia a pesar de que el Gobierno entró de lleno en la disputa electoral. 

Los altos niveles de inflación le juegan en contra a la estrategia oficial de conservar el margen de maniobra en el Congreso.

También conspiran contra esa meta los casi 110 mil muertos provocados por una pandemia ensañada especialmente con la Argentina, uno de los diez países del mundo con más muertes de coronavirus por millón de habitantes.

La inflación alta desbarata el objetivo de reducir la pobreza, que escaló por encima del 50 por ciento en las zonas más pobladas, y afecta a seis de cada diez menores de 14 años en el país.

Las subas de precios también provocaron una nueva carrera con los salarios, ya que todos los gremios han reabierto paritarias y cerrado por encima del 45%.

Los empresarios terminan aceptando, pero a las pocas horas instruyen para aplicar remarcaciones que se notaron con fuerza en la primera mitad de agosto, cuando hubo productos que se dispararon por encima del 30%.

Se va conformando una Argentina irrespirable, donde los billetes pueden terminar sirviendo para empapelar paredes, como graficó el ex viceministro de Economía kirchnerista Emmanuel Alvarez Agis.

El Gobierno no logra acertar con la receta para poner en caja los precios y tampoco puede consolidar credibilidad política, cuando episodios como la escandalosa celebración en Olivos en plena pandemia le restan credibilidad.

Los agentes económicos no pierden de vista que el Banco Central ha vuelto a encender a toda velocidad la maquinita de imprimir billetes para auxiliar al Tesoro.

Los títulos de deuda emitidos por el BCRA ya rozan los $ 4 billones en apenas siete meses, y ya pagó más de $ 660.000 millones en intereses.

Para los próximos doce meses se estima que la autoridad monetaria emitirá $ 1,8 billones.

Más cepo al dólar.

En las últimas tres semanas el Banco Central perdió unos USD 1.000 millones en reservas.

Ese dato llevó a la autoridad monetaria a apretar el torniquete cambiario. 

Dispuso medidas que frenaron la operatoria del contado con liquidación, la última opción que tenían los inversores para seguir dolarizando carteras.

Se esperan más precisiones en los próximos días, pero por ahora la estrategia de dolarizarse vía bonos está frenada. 

Si el mercado no le encuentra la vuelta, cabe esperar una escalada firme del dólar blue.

El temor del gobierno es que la divisa marginal vuelva a escalar a niveles cercanos a los $ 200, como ocurrió durante una semana en octubre de 2020.

Sería una muy mala noticia para cualquier intento de “tranquilizar” la economía, como suele repetir el ministro Guzmán.

También haría subir las expectativas de inflación, en medio de las elecciones primarias en las que el oficialismo necesita ratificar presencia en el Congreso.

El BCRA no se puede dar el lujo de seguir perdiendo reservas, porque las de libre disponibilidad perforaron el piso de los USD 6.000 millones, casi el mismo monto neto que logró comprar el Central en la primera mitad del año, gracias a las divisas de la agroindustria.

Y todavía se deben pagar unos USD 3.800 millones de vencimientos con el FMI y otras deudas por unos USD 1.300 millones.

En el 2022 la Argentina debería afrontar vencimientos por unos USD 20.000 millones con el FMI.

Guzmán busca cerrar un acuerdo a diez años por el cual hasta 2024 no habría desembolsos.

Pero esa idea choca con la posición del kirchnerismo, que busca un acuerdo a más largo plazo para no estrangular la economía y permitir cierto nivel de crecimiento.

El ministro de Economía también mantiene un canal abierto con Rusia, por el cual ese país podría prestar sus Derechos Especiales de Giro (DEG) para robustecer las reservas de la Argentina.

Se desconoce el grado de avance de esa negociación y también las exigencias impuestas a cambio por los rusos, que están agradecidos por el rol cumplido por la Argentina para lograr que su vacuna Sputnik V contra el coronavirus tuviese amplia aceptación en distintos lugares del planeta.

La Argentina se convirtió en un ensayo a gran escala para esa vacuna, y a partir de allí podría llegar algún tipo de respaldo por parte de Rusia, que pretende no seguir perdiendo influencia geopolítica.

El apoyo ruso se produciría a través de un mecanismo que está analizando el FMI.

Se trata de la creación del Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad.

Posibilitaría que los países que tengan DEG puedan prestarlos en forma directa a naciones con dificultades financieras.

Se estima que Rusia contaría con unos USD 10.000 millones para transferir mediante ese mecanismo a la Argentina.

Así, los vencimientos del país con el FMI para 2022 se reducirían a la mitad, y se abrirían más chances de renegociar la deuda.

Hay distintas opciones sobre la mesa, pero todo depende de cómo evolucione el escenario electoral en los próximos meses.

La Argentina necesita consolidar su crecimiento -en la Casa Rosada ya hablan de una recuperación superior al 8% para este año- y generar empleo privado.

El otro frente abierto es cómo transformar planes sociales en trabajo concreto, algo que se está reclamando desde todos los sectores de la sociedad.

Alberto Fernández ha comenzado a insistir con ese objetivo para comenzar a bajar la pobreza.

Sabe que con la mitad del país en la pobreza cualquier proyecto es inviable, especialmente su eventual reelección, que por ahora es desestimada de plano entre las principales figuras de la alianza gobernante.

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