Tiempos de cambio

El Gobierno está muy alejado de lograr comprender lo que pasa en la Argentina y hace más de dos años y medio que no pueden tener una lectura correcta de los índices más elementales.

El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán. Foto NA: DANIEL VIDES



La situación económica y social con la que convive hoy la República Argentina es desoladora. Pobreza y miseria por cada rincón del país, inversiones con empleo de calidad que no llegan y un permanente espaldarazo al mundo son solo alguna de las cuestiones que definen hoy nuestros días.

Lo preocupante es la sensación que sobrevuela en cada uno de nosotros que indica que el gobierno está muy alejado de lograr comprender lo que pasa en la Argentina. Todos relatan una realidad inexistente. Entre el Presidente de la Nación y la vocera presidencial se turnan para describirnos una situación social y económica que no existen. Pretenden que creamos que Argentina se encuentra en su mejor momento.

Es difícil entender que quienes nos gobiernan hace más de dos años y medio no puedan tener una lectura correcta de los índices más elementales: 40,7% de pobres (a Diciembre de 2021, hoy ese número seguramente se haya visto afectado aún más por los efectos devastadores de la escalada inflacionaria), inflación sin control, falta de inversiones, complicaciones en las importaciones por la falta de dólares y un futuro que parece no verse con claridad son cuestiones que no llegan a la retina del oficialismo.

El populismo se agota y no convence a nadie. Los planes que implican dinero en el bolsillo de la gente quedan anticuados ante una inflación que no da respiro y ante una sociedad que comenzó a comprender que la máquina de hacer billetes en poder del Estado no imprime más que papeles de colores que lejos están de significar riqueza o desarrollo. Temas como el déficit fiscal creciente, la emisión monetaria descontrolada y tantas otras cuestiones que en algún momento nadie entendía, hoy son parte del cotidiano de todos. El populismo ya no alcanza para engañar a una sociedad que no da más.

El “volver a encender la parrilla”, “les vamos a llenar la heladera” y el “20% de aumento a los jubilados con los intereses de las Leliqs” serán frases que ya servirán. Las promesas políticas tendrán a partir de estos tiempos que corren que estar acompañadas de explicaciones y planes. Se terminaron las promesas vacías y el populismo sin rendir cuentas. La sociedad pedirá esta vez, algo más que simples palabras.

Tal vez los años pasados fueron acompañados por crisis más silenciosas que a las que los argentinos estábamos acostumbrados. Tal vez no se entendía bien la gravedad de la situación o tal vez el plan platita nos hizo creer que siempre habría algo que nos salvaría de la debacle total. Esos tiempos se acabaron y el país comienza a entender que sin trabajo y sin sacrificio no hay nada hacia adelante, no importa lo que la política transmita: no hay magia ni milagro.

El gobierno está terminado. Algo más de un año nos separan del final del mandato de Alberto Fernández y ya no hay mucho por hacer. El nivel de descrédito y falta de confianza no permitirá (sin importar la genialidad que puedan tener las intenciones del gobierno) llevar adelante medidas que modifiquen esta penosa realidad.

La próxima contienda electoral no será una más, sino más bien será interpretada por buena parte de la sociedad como una última oportunidad para comenzar a hacer las cosas distintas: exigir realidad y sentido común dentro de un marco de proyecto de país que alguna vez nos lo han arrebatado y que hoy vuelve a ser una exigencia de toda la gente de bien: volver a hacer de Argentina un lugar normal.

Por Manuel Adorni.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here