En la Argentina, el dólar no tiene techo

Por Natalia Motyl - Economista de la Fundación Libertad y Progreso.

dólar archivo NA



En primer lugar es necesario entender la causa madre de la suba de los dólares financieros.

Lo cierto es que no hay un amor hacia el dólar, sino un pánico al peso.

Esto se da porque el Estado no deja de inyectar pesos en la economía para financiar el año electoral.

La asistencia al Tesoro ya llega al 2,5% del PBI y en octubre (hasta el día 22) hubo un financiamiento récord en el año de $257.712 millones, totalizando los $790.312 millones.

Es una montaña de papel que erosiona el valor del peso todos los días, en un contexto de crisis de confianza en el que la demanda del peso está cayendo.

Obviamente, esta crisis de confianza, que se ha agudizado en los últimos años, por falta de reformas estructurales, se acrecienta en aquellos períodos con alto grado de incertidumbre, como el año electoral.

También, asustan la aplicación de políticas cortoplacistas como el control de precios que terminan generando más problemas en los mercados en el mediano plazo, como un desabastecimiento potencial y una agudización del malestar social.

Esto provoca la disparada contra el peso.

Para este año se estima que el dólar blue llegue a los $200 para después de las elecciones.

Tanto factores externos como internos explicarían la subida de los dólares paralelos en los próximos meses.

Entre los factores internos juega un papel central la inestabilidad política, la falta de reformas estructurales que resuelvan la crisis de confianza que se gestó en nuestro país en los últimos años y la estabilización de los precios de las commodities a partir del segundo semestre del año que provoca un menor ingreso de divisas del frente externo.

Los mercados observan que todos los días se genera un drenaje de reservas y la autoridad de política monetaria se va quedando sin poder de fuego para hacer frente a una corrida cambiaria.

Hasta ahora el principal objetivo del gobierno era mantener estable el dólar, se sabía que si unos meses o semanas antes de las elecciones se disparaba el tipo de cambio provocaría un malestar social por la pérdida del poder adquisitivo de los bolsillos de los argentinos.

Por lo tanto, estuvo interviniendo fuerte los mercados cambiarios.

Además, la crisis económica, obligó a las personas a recurrir a sus colchones de dólares para hacer frente a la crisis de liquidez; desde el frente externo la suba de los precios de las commodities permitió que entraran más dólares; y, el impuesto a los bienes personales y grandes fortunas que generó la venta de dólares para pagar estos tributos a principios del año.

Por lo que hubo una suba de oferta de dólares que compensó el incremento de la demanda de dólares.

Sin embargo, a medida que nos acercábamos a un contexto de mayor incertidumbre por las elecciones políticas, el BCRA debía intervenir cada vez más los mercados cambiarios para estabilizar el dólar.

Obviamente, para poder calmar los mercados es necesario un shock de reformas estructurales que permita devolverle la confianza a las personas, fundamentalmente, reduciendo el déficit fiscal.

No obstante, como el mismo gobierno aseguró, lo que se espera no es más austeridad sino una profundización de las políticas populistas.

La Argentina, como mencionamos inicialmente, no posee margen para seguir aplicando las mismas políticas nocivas. Por ende, una expansión fiscal implica más inyección monetaria y más corrosión de la moneda local.

Por último, el país debe enfrentarse a un contexto de mayor incertidumbre con los países centrales que todavía tienen que superar los propios problemas internos como altas tasas de inflación, el rebrote de nuevas cepas y el desabastecimiento de insumos básicos necesarios para la producción. Por lo que, apoyarse en el frente externo, como lo hicieron este año, no es opción.

Así que es probable que el dólar vuelva a subir con fuerza para fin de año.

Obviamente, estimar un techo para el dólar cuando el país necesita de reformas profundas, es bastante utópico.

Necesitamos urgente una baja del déficit fiscal vía reducción del gasto público, achicamiento del aparato estatal, reforma del sistema previsional, modernización laboral, reforma educativa, reforma del sistema de coparticipación federal y apertura comercial.

Sólo así podríamos considerar la posibilidad de recuperar la confianza en los mercados y garantizar una moneda sana.

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